«En aquel momento de mi historia, estaba en mitad de una lucha por la supervivencia. Mi día a día, era contar los corderos, no decir mi nombre, protegerme, sobrevivir. Los sueños de porvenir aparecieron más tarde, desde que tuve una estructura afectiva, una familia de acogida, un armazón estable. Hace 64 años que no he podido decir nada, es la primera vez que lo hago.»